Envió por delante mensajeros, que entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento;
Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: «No vayáis entre los gentiles ni entréis en ningún pueblo de los samaritanos.
Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, a pesar de ser samaritano.
Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él.
Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde pensaba ir.
―¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano, y que estás endemoniado? —replicaron los judíos.
Este es de quien está escrito: »“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará el camino”.
El Señor Todopoderoso responde: «Yo voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino delante de mí. De pronto vendrá a su templo el Señor a quien vosotros buscáis; vendrá el mensajero del pacto, en quien vosotros os complacéis».
Un día, siguiendo su viaje a Jerusalén, Jesús pasaba por Samaria y Galilea.
Como tenía que pasar por Samaria,
llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José.
Pero, como los judíos no se tratan con los samaritanos, la mujer le respondió: ―¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana?