Ellos, entonces, lo adoraron y luego regresaron a Jerusalén con gran alegría.
En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y lo adoraron.
Lo mismo os pasa a vosotros: ahora estáis tristes, pero cuando vuelva a veros os alegraréis, y nadie os va a quitar esa alegría.
Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta,
Vosotros le amáis a pesar de no haberle visto; y, aunque no le veis ahora, creéis en él y os alegráis con un gozo indescriptible y glorioso,
―¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás.
»Ya me habéis oído deciros: “Me voy, pero vuelvo a vosotros”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban.
Pero os digo la verdad: os conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a vosotros; en cambio, si me voy, os lo enviaré.
Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo.
Y estaban continuamente en el templo, alabando a Dios.
Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, situado aproximadamente a un kilómetro de la ciudad.