Pero a grandes voces ellos siguieron insistiendo en que lo crucificara, y con sus gritos se impusieron.
En un solo mes me deshice de tres pastores. Pero me cansé de las ovejas, y ellas se cansaron de mí.
Me encuentro en medio de leones, rodeado de gente rapaz. Sus dientes son lanzas y flechas; su lengua, una espada afilada.
Pero ellos insistían: ―Con sus enseñanzas agita al pueblo por toda Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí.
―Aunque tenga que morir contigo —insistió Pedro con vehemencia—, jamás te negaré. Y los demás dijeron lo mismo.
Por tercera vez les habló: ―Pero ¿qué crimen ha cometido este hombre? No encuentro que él sea culpable de nada que merezca la pena de muerte, así que le daré una paliza y después lo soltaré.
Por fin Pilato decidió concederles su demanda: