Algunos de los maestros de la ley le respondieron: ―¡Bien dicho, Maestro!
Se produjo un gran alboroto, y algunos de los maestros de la ley que eran fariseos se pusieron de pie y protestaron. «No encontramos ningún delito en este hombre —dijeron—. ¿Acaso no podría haberle hablado un espíritu o un ángel?»
Él no es Dios de muertos, sino de vivos; en efecto, para él todos ellos viven.
Y ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.