―¡Recibe la vista! —le dijo Jesús—. Tu fe te ha sanado.
Levántate y vete —le dijo al hombre—; tu fe te ha sanado.
―Hija, tu fe te ha sanado —le dijo Jesús—. Vete en paz.
Jesús extendió la mano y tocó al hombre. ―Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio! Y al instante quedó sano de la lepra.
―Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.
Jesús se dio la vuelta, la vio y le dijo: ―¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Y la mujer quedó sana en aquel momento.
Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.
―¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija.
porque él habló, y todo fue creado; dio una orden, y todo quedó firme.
―¿Qué quieres que haga por ti? ―Señor, quiero ver.