Él entonces les contó esta parábola:
de modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».
«Supongamos que uno de vosotros tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla?
Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros.
Me regocijaré por Jerusalén y me alegraré en mi pueblo; no volverán a oírse en ella voces de llanto ni gritos de clamor.
Pero id y aprended qué significa esto: “Lo que quiero es misericordia y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Id más bien a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel.
Y les dijo en parábolas muchas cosas como estas: «Un sembrador salió a sembrar.
Y volvió a preguntarle: ―Simón, hijo de Juan, ¿me amas? ―Sí, Señor, tú sabes que te quiero. ―Cuida de mis ovejas.
Al oírlo, alabaron a Dios. Luego dijeron a Pablo: «Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos han creído, y todos ellos siguen aferrados a la ley.