Ella no ha querido reconocer que soy yo quien le da el grano, el vino nuevo y el aceite. Yo le he multiplicado la plata y el oro, ¿y qué hizo con ellos? ¡Falsos dioses!
Sin embargo, no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoos lluvias del cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoos comida y alegría de corazón.
Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado.