Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: ―Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.
Vosotros, en cambio, queridos hermanos, manteneos en el amor de Dios, edificándoos sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, mientras esperáis que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, os conceda vida eterna.
En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión.