―No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el ángel—.
El ángel le dijo: ―No tengas miedo, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan.
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?
Pero Jesús les dijo en seguida: ―¡Calmaos! Soy yo. No tengáis miedo.
»No tengáis miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre daros el reino.
Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa.
El ángel dijo a las mujeres: ―No tengáis miedo; sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
Así dice el Señor, el que te hizo, el que te formó en el seno materno y te brinda su ayuda: “No temas, Jacob, mi siervo, Jesurún, a quien he escogido,
No temas, gusano Jacob, pequeño Israel —afirma el Señor—, porque yo mismo te ayudaré; ¡el Santo de Israel es tu redentor!
y me dijo: “No tengas miedo, Pablo. Tienes que comparecer ante el emperador; y Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo”.
Así que podemos decir con toda confianza: «El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?»
Pero Noé contaba con el favor del Señor.