Se las llevará al sacerdote, quien primero ofrecerá el ave para el sacrificio expiatorio. Para esto, le retorcerá el cuello, pero sin desprenderle del todo la cabeza.
Después la desgarrará por las alas, pero sin arrancárselas. Entonces el sacerdote la quemará en el altar, sobre la leña encendida. Es un holocausto, una ofrenda presentada por fuego de aroma grato al Señor.
Porque Cristo murió por los pecados, una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevaros a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida.