«Diles lo siguiente a los israelitas: “Vosotros deberéis observar mis sábados. En todas las generaciones venideras, el sábado será una señal entre vosotros y yo, para que sepáis que yo, el Señor, os he consagrado para que me sirváis.
Nosotros, en cambio, siempre debemos dar gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque desde el principio Dios os escogió para ser salvos, mediante la obra santificadora del Espíritu y la fe que tenéis en la verdad.
Que Dios mismo, el Dios de paz, os santifique por completo, y conserve todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Pero gracias a él vosotros estáis unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría —es decir, nuestra justificación, santificación y redención—
Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos.
»Cumplid mis estatutos: »No crucéis animales de especies diferentes. »No plantéis en vuestro campo dos clases distintas de semilla. »No uséis ropa tejida con dos clases distintas de hilo.