Cuando compareció ante el rey, este le preguntó: ―Micaías, ¿debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o no? ―Ataca, que vencerás —contestó él—, porque el Señor la entregará en tus manos.
Así que el rey de Israel reunió a los profetas, que eran casi cuatrocientos, y les preguntó: ―¿Debo ir a la guerra contra Ramot de Galaad, o no? ―Ve —contestaron ellos—, porque el Señor la entregará en tus manos.
Así que Jonatán le dijo a su escudero: ―Vamos a cruzar hacia la guarnición de esos paganos. Espero que el Señor nos ayude, pues para él no es difícil salvarnos, ya sea con muchos o con pocos.
Pero tú, entiende bien hoy que el Señor tu Dios avanzará delante de ti, y que los destruirá como un fuego consumidor y los someterá a tu poder. Tú los expulsarás y los aniquilarás en seguida, tal como el Señor te ha prometido.
Cuando el Señor tu Dios te las haya entregado y tú las hayas derrotado, deberás destruirlas por completo. No harás ningún pacto con ellas, ni les tendrás compasión.
Entonces los de la tribu de Judá dijeron a sus hermanos de la tribu de Simeón: «Subid con nosotros al territorio que nos ha tocado, y pelearemos contra los cananeos; después nosotros iremos con vosotros al territorio que os tocó». Y los de la tribu de Simeón los acompañaron.
Con tu mano echaste fuera a las naciones y en su lugar estableciste a nuestros padres; aplastaste a aquellos pueblos, y a nuestros padres los hiciste prosperar.