Entonces todos se fueron a casa.
El Señor frustra los planes de las naciones; desbarata los designios de los pueblos.
La furia del hombre se vuelve tu alabanza, y los que sobrevivan al castigo te harán fiesta.
Los valientes yacen ahora despojados; han caído en el sopor de la muerte. Ninguno de esos hombres aguerridos volverá a levantar sus manos.
―¿No eres tú también de Galilea? —protestaron—. Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta.
Pero Jesús se fue al monte de los Olivos.
Después de despedirnos, subimos a bordo y ellos regresaron a sus hogares.