Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo con voz fuerte: «Compatriotas judíos y todos vosotros que estáis en Jerusalén, dejadme explicaros lo que sucede; prestad atención a lo que os voy a decir.
Eliab, el hermano mayor de David, le oyó hablar con los hombres y se puso furioso con él. Le reconvino: ―¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado. ¡Seguro que has venido para ver la batalla!
Ahora sí que le llegó la hora. Vamos a matarlo y echarlo en una de estas cisternas, y diremos que lo devoró un animal salvaje. ¡Y a ver en qué terminan sus sueños!