Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
»Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: ―Si os mantenéis fieles a mis enseñanzas, seréis realmente mis discípulos;
Así que, si el Hijo os libera, seréis verdaderamente libres.
―Ciertamente os aseguro que no fue Moisés el que os dio el pan del cielo —afirmó Jesús—. El que da el verdadero pan del cielo es mi Padre.
Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo.
el que sirve en el santuario, es decir, en el verdadero tabernáculo levantado por el Señor y no por ningún ser humano.
Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, comentó: ―Aquí tenéis un verdadero israelita, en quien no hay falsedad.
También sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al Dios verdadero. Y estamos con el Verdadero, con su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna.
Tú has hecho que mi corazón rebose de alegría, alegría mayor que la que tienen los que disfrutan de trigo y vino en abundancia.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.