Los restos de José, que los israelitas habían traído de Egipto, fueron sepultados en Siquén, en un terreno que Jacob había comprado por cien monedas de plata a los hijos de Jamor, padre de Siquén. El terreno después llegó a ser propiedad de los descendientes de José.
Porque ciertamente se cumplirá la sentencia que, en obediencia a la palabra del Señor, él pronunció contra el altar de Betel y contra todos los santuarios paganos que están en los montes de las ciudades de Samaria».