A la vez, Dios ratificó su testimonio acerca de ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad.
―Si Dios fuera vuestro Padre —les contestó Jesús—, vosotros me amaríais, porque yo he venido de Dios y aquí me tenéis. No he venido por mi propia cuenta, sino que él me envió.