Este, por su parte, les había dado instrucciones a sus criados: «No perdáis de vista a Amnón. Y, cuando se le haya subido el vino, yo os daré la señal de ataque, y vosotros lo mataréis. No tengáis miedo, pues soy yo quien os da la orden. Ánimo; sed valientes».
Débora mandó llamar a Barac hijo de Abinoán, que vivía en Cedes de Neftalí, y le dijo: ―El Señor, el Dios de Israel, ordena: “Ve y reúne en el monte Tabor a diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón.
Solo entonces los israelitas incendiaron la ciudad con todo lo que había en ella, menos los objetos de plata, de oro, de bronce y de hierro, los cuales depositaron en el tesoro de la casa del Señor.
Tratarás a esta ciudad y a su rey como hiciste con Jericó y con su rey. Sin embargo, podréis quedaros con el botín de guerra y todo el ganado. Prepara una emboscada en la parte posterior de la ciudad».
Dicho esto, Josué envió a los guerreros a preparar la emboscada, y ellos se apostaron entre Betel y Hai, al oeste de la ciudad, mientras él, por su parte, pasaba esa noche con su ejército.
Los de la emboscada salieron de la ciudad y persiguieron a los guerreros de Hai, y así estos quedaron atrapados por todos lados. Los israelitas atacaron a sus enemigos hasta no dejar ni fugitivos ni sobrevivientes.