Tocad la trompeta en Sión; dad la voz de alarma en mi santo monte. Tiemblen todos los habitantes del país, pues ya viene el día del Señor; en realidad ya está cerca.
»Mirad, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego hasta dejarlos sin raíz ni rama —dice el Señor Todopoderoso—.
Aquel día no tendrás que avergonzarte más de todas tus rebeliones contra mí. Quitaré de en medio de ti a esa gente altanera y jactanciosa, y así nunca más volverás a ser arrogante en mi santo monte.
¿Acaso has dejado de temerme? —afirma el Señor—. ¿No debieras temblar ante mí? Yo puse la arena como límite del mar, como frontera perpetua e infranqueable. Aunque se agiten sus olas, no podrán prevalecer; aunque bramen, no franquearán esa frontera.
Fue mi mano la que hizo todas estas cosas; fue así como llegaron a existir —afirma el Señor—. »Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra.
»¡Anunciadlo en Judá, proclamadlo en Jerusalén! ¡Tocad la trompeta por todo el país! Gritad en voz alta: “¡Reuníos y entremos en las ciudades fortificadas!”
Así que, mis queridos hermanos, como habéis obedecido siempre —no solo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia— llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor,
y me preguntó: ―¿Qué ves, Amós? ―Una canasta de fruta madura —respondí. Entonces el Señor me dijo: ―Ha llegado el tiempo de que Israel caiga como fruta madura; no volveré a perdonarlo.
Por lo tanto, adviérteles que así dice el Señor omnipotente: “Pondré fin a ese refrán, y ya no volverán a repetirlo en Israel”. Y adviérteles también: “Ya llegan los días en que se cumplirán las visiones.
Aparta tu ira y tu furor de Jerusalén, como corresponde a tus actos de justicia. Ella es tu ciudad y tu monte santo. Por nuestros pecados, y por la iniquidad de nuestros antepasados, Jerusalén y tu pueblo son objeto de burla de cuantos nos rodean.
»He decretado que en todo lugar de mi reino la gente adore y honre al Dios de Daniel. »Porque él es el Dios vivo, y permanece para siempre. Su reino jamás será destruido, y su dominio jamás tendrá fin.
»”Ahora bien, si el centinela ve que se acerca el enemigo y no toca la trompeta para prevenir al pueblo, y viene la espada y mata a alguien, esa persona perecerá por su maldad, pero al centinela yo le pediré cuentas de esa muerte”.
»Cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, ellos te preguntarán: “¿Por qué ha decretado el Señor contra nosotros esta calamidad tan grande? ¿Cuál es nuestra iniquidad? ¿Qué pecado hemos cometido contra el Señor nuestro Dios?”
Nadie ofrecerá un banquete fúnebre a los que estén de duelo para consolarlos por el muerto ni a nadie se le dará a beber la copa del consuelo, aun cuando quien haya muerto sea su padre o su madre.
¡Escuchad la palabra del Señor, vosotros que tembláis ante su palabra!: «Así dicen vuestros hermanos que os odian y os excluyen por causa de mi nombre: “¡Que el Señor sea glorificado, para que veamos vuestra alegría!” Pero ellos serán los avergonzados.
»Así dice el Señor: »“Regresaré a Sión, y habitaré en Jerusalén. Y Jerusalén será conocida como la Ciudad de la Verdad, y el monte del Señor Todopoderoso como el Monte de la Santidad”.
las cuales invadieron todo Egipto y se asentaron en gran número por todos los rincones del país. ¡Nunca antes hubo semejante plaga de langostas, ni la habrá después!
Truena la voz del Señor al frente de su ejército; son innumerables sus tropas y poderosos los que ejecutan su palabra. El día del Señor es grande y terrible. ¿Quién lo podrá resistir?
»”¡Grita y gime, hijo de hombre, que la espada se perfila contra mi pueblo y contra todos los jefes de Israel! Han sido arrojados contra ella, lo mismo que mi pueblo. Por eso, ¡date golpes de pecho!