¿Quién es tan sabio como para entender esto? ¿A quién habló el Señor para que lo anuncie? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto por el que nadie pasa?
El que es sabio entiende estas cosas; el que es inteligente las comprende. Ciertamente son rectos los caminos del Señor: en ellos caminan los justos, mientras que allí tropiezan los rebeldes.
Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca.
Os consolares cuando veáis la conducta y las obras de esa gente, y sabréis que lo que hice contra Jerusalén no fue sin razón. Lo afirma el Señor omnipotente».
Escuchad, mujeres, la palabra del Señor; reciban vuestros oídos la palabra de su boca. Enseñad a vuestras hijas a entonar endechas; que unas a otras se enseñen este lamento:
A causa de la maldición, el país está lleno de adúlteros, la tierra está de luto y los pastos del desierto se han secado. Los profetas corren tras la maldad, y usan su poder para la injusticia.
Así dice el Señor Todopoderoso: «No hagáis caso de lo que dicen los profetas, pues os dan falsas esperanzas; cuentan visiones que se han imaginado y que no proceden de la boca del Señor.
El profeta que tenga un sueño, que lo cuente; pero el que reciba mi palabra, que la proclame con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano? —afirma el Señor—.
«Exterminé naciones; quedaron desolados sus bastiones. Dejé sus calles desiertas, y nadie pasa por ellas. Quedaron arrasadas sus ciudades, sin ningún habitante.