Tu maldad te castigará, tu infidelidad te recriminará. Ponte a pensar cuán malo y amargo es abandonar al Señor tu Dios y no sentir temor de mí —afirma el Señor, el Señor Todopoderoso—.
Así dice el Señor: «A vuestra madre, yo la repudié; ¿dónde está el acta de divorcio? ¿A cuál de mis acreedores os he vendido? Por causa de vuestras iniquidades, fuisteis vendidos; por vuestras transgresiones fue despedida vuestra madre.
Escucha, tierra: Traigo sobre este pueblo una desgracia, fruto de sus maquinaciones, porque no prestaron atención a mis palabras, sino que rechazaron mi enseñanza.
»¿Acaso Ezequías, rey de Judá, y todo su pueblo mataron a Miqueas? ¿No es verdad que Ezequías temió al Señor y le pidió su ayuda, y que el Señor se arrepintió del mal que les había anunciado? Sin embargo, nosotros estamos a punto de provocar nuestro propio mal».
Y, cuando te pregunten: “¿Por qué el Señor, nuestro Dios, nos ha hecho todo esto?”, tú les responderás: “Así como vosotros me habéis abandonado y en vuestra propia tierra habéis servido a dioses extranjeros, así también en tierra extraña serviréis a gente extranjera”.
Y el pueblo al que profetizan será arrojado a las calles de Jerusalén a causa del hambre y de la espada, y no habrá quien los entierre, ni a ellos ni a sus esposas, ni a sus hijos, ni a sus hijas; también les echaré encima su propia maldad”.