«Cuando encontré a Israel, fue como hallar uvas en el desierto; cuando vi a vuestros antepasados, fue como ver higos tiernos en la higuera. Pero ellos se fueron a Baal Peor y se entregaron a la vergüenza; ¡se volvieron tan detestables como el objeto de su amor!
Ella no ha querido reconocer que soy yo quien le da el grano, el vino nuevo y el aceite. Yo le he multiplicado la plata y el oro, ¿y qué hizo con ellos? ¡Falsos dioses!
Cuando yo te perdone por todo lo que has hecho, tú te acordarás de tu maldad y te avergonzarás, y en tu humillación no volverás a jactarte. Lo afirma el Señor omnipotente”».
Tú te acordarás de tu conducta pasada, y te avergonzarás cuando yo acoja a tus hermanas, la mayor y la menor, para dártelas como hijas, aunque no participan de mi alianza contigo.
Tú, Judá, tienes tantos dioses como ciudades. Erigiste tantos altares como calles hay en Jerusalén; altares para quemar incienso a Baal, para vergüenza tuya”.
Desde Dan se escucha el resoplar de sus caballos; cuando relinchan sus corceles, tiembla toda la tierra. Vienen a devorar el país, y todo lo que hay en él, la ciudad y todos sus habitantes».
»Y ahora, así dice el Señor, el Dios Todopoderoso, el Dios de Israel: “¿Por qué os hacéis vosotros mismos un mal tan grande? ¿Por qué provocáis la muerte de la gente de Judá, de hombres, mujeres, niños y recién nacidos, hasta acabar con todos?
Como ofrenda de olor fragante les presentaste el alimento que yo te había dado: el mejor trigo, el aceite de oliva y la miel. Lo afirma el Señor omnipotente.