Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, os ruego que cada uno de vosotros, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.
Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclaméis las obras maravillosas de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.
también vosotros sois como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegáis a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo.
Y Dios le ordenó: ―Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré.
Una vez terminado el ciclo de los banquetes, Job se aseguraba de que sus hijos se purificaran. Muy de mañana ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pues pensaba: «Tal vez mis hijos hayan pecado y maldecido en su corazón a Dios». Para Job esta era una costumbre cotidiana.
Luego ellos deberán devolverte todo esto para que tú, en presencia del Señor, lo quemes sobre el altar, junto con el holocausto de aroma grato. Esta es una ofrenda presentada por fuego en honor del Señor.