Luego José informó al pueblo: ―Desde ahora vosotros y vuestras tierras pertenecéis al faraón, porque yo os he comprado. Aquí tenéis semilla. Sembrad la tierra.
El que le suple semilla al que siembra también le suplirá pan para que coma, aumentará los cultivos y hará que produzcáis una abundante cosecha de justicia.
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come,
Siembra tu semilla por la mañana, y no te des reposo por la tarde, pues nunca sabes cuál siembra saldrá mejor, si esta o aquella, o si ambas serán igual de buenas.
Y las siete vacas flacas y feas, que salieron detrás de las otras, y las siete espigas delgadas y quemadas por el viento solano, son también siete años. Pero estos serán siete años de hambre.
Los únicos terrenos que José no compró fueron los que pertenecían a los sacerdotes. Estos no tuvieron que vender sus terrenos porque recibían una ración de alimento de parte del faraón.
Cuando llegue la cosecha, deberéis entregarle al faraón la quinta parte de lo cosechado. Las otras cuatro partes serán para la siembra de los campos, y para alimentaros a vosotros, a vuestros hijos y a vuestros familiares.