Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: «No te metas con ese justo, pues, por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño».
Adviértele que así dice el Señor omnipotente: »“A ti, Faraón, rey de Egipto, gran monstruo que yaces en el cauce de tus ríos, que dices: ‘El Nilo es mío, el Nilo es mi creación’, ¡te declaro que estoy en tu contra!
Esa tierra, de la que vais a tomar posesión, no es como la de Egipto, de donde salisteis; allí vosotros plantabais vuestras semillas y teníais que regarlas como se riega un huerto.
Pero, si no te creen ni te hacen caso después de estas dos señales, toma agua del Nilo y derrámala en el suelo. En cuanto el agua del río toque el suelo, se convertirá en sangre.
Pero aquella noche Dios se le apareció a Abimélec en sueños y le dijo: ―Puedes darte por muerto a causa de la mujer que has tomado, porque ella es casada.