―¡De ninguna manera debes llevar a mi hijo hasta allí! —le replicó Abraham—.
Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.
Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manteneos firmes y no os sometáis nuevamente al yugo de esclavitud.
Por la fe vivió como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa,
―¿Qué pasa si la mujer no está dispuesta a venir conmigo a esta tierra? —respondió el criado—. ¿Debo entonces llevar a tu hijo hasta la tierra de donde viniste?
Si la mujer no está dispuesta a venir contigo, quedarás libre de este juramento; pero ¡en ningún caso llevarás a mi hijo hasta allí!