Así dice el Señor, el Santo de Israel, su artífice: «¿Vais acaso a pedirme cuentas del futuro de mis hijos, o a darme órdenes sobre la obra de mis manos?
Cuando ya los habían sacado de la ciudad, uno de los ángeles le dijo: ―¡Escápate! No mires hacia atrás, ni te detengas en ninguna parte del valle. Huye hacia las montañas, no sea que perezcas.
Tú has visto con buenos ojos a este siervo tuyo, y tu lealtad ha sido grande al salvarme la vida. Pero yo no puedo escaparme a las montañas, no sea que la destrucción me alcance y pierda yo la vida.