―No voy a malgastar mi tiempo contigo —replicó Joab. Acto seguido, agarró tres lanzas y fue y se las clavó en el pecho a Absalón, que todavía estaba vivo en medio de la encina.
Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», vendrá de improviso sobre ellos la destrucción, como le llegan a la mujer encinta los dolores de parto. De ninguna manera podrán escapar.
Porque así como tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de un gran pez, también tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en las entrañas de la tierra.
Además, el rey dio esta orden a Joab, Abisay e Itay: ―No me tratéis con dureza al joven Absalón. Y todas las tropas oyeron las instrucciones que el rey le dio a cada uno de sus generales acerca de Absalón.
Así que Absalón dio esta orden a sus criados: «Mirad, Joab ha sembrado cebada en el campo que tiene junto al mío. ¡Id y prendedle fuego!» Los criados fueron e incendiaron el campo de Joab.
»¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Señor! Pero los que te aman sean como el sol cuando sale en todo su esplendor». Entonces el país tuvo paz durante cuarenta años.
Pero Jael, esposa de Héber, tomó una estaca de la tienda y un martillo, y con todo sigilo se acercó a Sísara, quien agotado por el cansancio dormía profundamente. Entonces le clavó la estaca en la sien y se la atravesó, hasta clavarla en la tierra. Así murió Sísara.
Entonces el rey David mandó este mensaje a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: «Hablad con los ancianos de Judá y decidles: “El rey se ha enterado de lo que se habla por todo Israel. ¿Seréis vosotros los últimos en pedirme a mí, el rey, que regrese a mi palacio?