―¡No me eches de aquí! —replicó ella—. Después de lo que has hecho conmigo, ¡echarme de aquí sería una maldad aún más terrible! Pero él no le hizo caso,
Así que el criado la echó de la casa, y luego cerró bien la puerta. Tamar llevaba puesta una túnica muy elegante, pues así se vestían las princesas vírgenes.