―Sea por poco o por mucho —le replicó Pablo—, le pido a Dios que no solo tú, sino también todos los que me están escuchando hoy lleguen a ser como yo, aunque sin estas cadenas.
Pero Moisés le respondió: ―¿Estás celoso por mí? ¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y que el Señor pusiera su Espíritu en todos ellos!
¡Ya tenéis todo lo que deseáis! ¡Ya os habéis enriquecido! ¡Habéis llegado a ser reyes, y eso sin nosotros! ¡Ojalá fuerais de verdad reyes para que también nosotros reináramos con vosotros!
Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas.
Cuando Eliseo, hombre de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras, le envió este mensaje: «¿Por qué estás tan molesto? ¡Mándame a ese hombre, para que sepa que hay profeta en Israel!»