La mujer fue y se lo contó al hombre de Dios, quien le mandó: «Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podréis vivir tú y tus hijos».
Así mismo, esposas, someteos a vuestros esposos, de modo que, si algunos de ellos no creen en la palabra, puedan ser ganados más por vuestro comportamiento que por vuestras palabras,
recordéis las palabras que los santos profetas pronunciaron en el pasado, y el mandamiento que dio nuestro Señor y Salvador por medio de los apóstoles.
Sucedió que un hombre de Dios fue desde Judá hasta Betel en obediencia a la palabra del Señor. Cuando Jeroboán, de pie junto al altar, se disponía a quemar incienso,
Pero un hombre de Dios fue a verlo y le dijo: ―Oh rey, no permitas que el ejército de Israel vaya contigo, porque el Señor no está con esos efraimitas.