¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva
¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar.
Pasado ese tiempo yo, Nabucodonosor, elevé los ojos al cielo, y recobré el juicio. Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al que vive para siempre: Su dominio es eterno; su reino permanece para siempre.
Y los levitas Jesúa, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías clamaron: «¡Vamos, bendecid al Señor vuestro Dios desde ahora y para siempre! ¡Bendito seas, Señor! ¡Sea exaltado tu glorioso nombre, que está por encima de toda bendición y alabanza!
―Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios”.
Entonces dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!»
Entonces David bendijo así al Señor en presencia de toda la asamblea: «¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre!