»¡Ay, montes de Guilboa, que no caiga sobre vosotros lluvia ni rocío! ¡Que no crezca el trigo para las ofrendas! Porque allí deshonraron el escudo de Saúl: ¡allí quedó manchado el escudo de los valientes!
Samuel le dijo a Saúl: ―¿Por qué me molestas, haciéndome subir? ―Estoy muy angustiado —respondió Saúl—. Los filisteos me están atacando, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso decidí llamarte, para que me digas lo que debo hacer.
Por aquel tiempo, los filisteos reunieron sus tropas para ir a la guerra contra Israel. Por lo tanto, Aquis le dijo a David: ―Quiero que sepas que tú y tus hombres saldréis conmigo a la guerra.
―Por casualidad me encontraba yo en el monte Guilboa. De pronto, vi a Saúl apoyado en su lanza y asediado por los carros y la caballería —respondió el criado—.
Por otra parte, Jonatán hijo de Saúl tenía un hijo de cinco años, llamado Mefiboset, que estaba tullido. Resulta que cuando de Jezrel llegó la noticia de la muerte de Saúl y Jonatán, su nodriza lo cargó para huir, pero, con la prisa, se le cayó y por eso quedó cojo.
El Señor os entregará a ti y a Israel en manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos os uniréis a mí, y el campamento israelita caerá en poder de los filisteos.