Entonces David les ordenó: «¡Ceñíos todos la espada!» Y todos, incluso él, se la ciñeron. Acompañaron a David unos cuatrocientos hombres, mientras que otros doscientos se quedaron cuidando el bagaje.
David consultó al Señor: ―¿Debo perseguir a esa banda? ¿Los voy a alcanzar? ―Persíguelos —le respondió el Señor—. Vas a alcanzarlos, y rescatarás a los cautivos.
Estos fueron los guerreros que se unieron a David en Siclag cuando este se encontraba desterrado por causa de Saúl hijo de Quis. Ellos lo ayudaron en tiempos de guerra.
Los oficiales le dijeron a Aquis: ―¿No es este David, el rey del país? ¿No es él por quien danzaban, y en los cantos decían: «Saúl mató a sus miles, pero David, a sus diez miles»?