y les dijo a sus hombres: ―¡Que el Señor me libre de hacerle al rey lo que vosotros sugerís! No puedo alzar la mano contra él, porque es el ungido del Señor.
Aquí me tenéis. Podéis acusarme en la presencia del Señor y de su ungido. ¿A quién le he robado un buey o un asno? ¿A quién he defraudado? ¿A quién he oprimido? ¿Por quién me he dejado sobornar? Acusadme, y pagaré lo que corresponda.
Que el Señor le pague a cada uno según su rectitud y lealtad, pues hoy él te había puesto a ti en mis manos, pero yo ni siquiera me atreví a tocar al ungido del Señor.