―¡He pecado! —exclamó Saúl—. Regresa, David, hijo mío. Ya no voy a hacerte daño. Tú has valorado hoy mi vida; yo, en cambio, he sido un necio y me he portado muy mal.
Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: ―Esta vez reconozco mi pecado. El Señor ha actuado con justicia, mientras que yo y mi pueblo hemos actuado mal.