Y del botín, los soldados tomaron ovejas y vacas con el propósito de ofrecerlas en Guilgal al Señor tu Dios.
―Son las que nuestras tropas trajeron del país de Amalec —respondió Saúl—. Dejaron con vida a las mejores ovejas y vacas para ofrecerlas al Señor tu Dios, pero todo lo demás lo destruimos.
Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: ―¿Qué es lo que has hecho? ―La serpiente me engañó, y comí —contestó ella.
Él respondió: ―La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.
Podía haberse vendido este perfume por mucho dinero para darlo a los pobres.