Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros.
Y este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado.
Y ahora, hermanos, os ruego que nos amemos los unos a los otros. Y no es que os esté escribiendo un mandamiento nuevo, sino el que hemos tenido desde el principio.
Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce.
Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.
Sobre todo, amaos los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.
En fin, vivid en armonía los unos con los otros; compartid penas y alegrías, practicad el amor fraternal, sed compasivos y humildes.
y llevad una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.
Este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad.
En cuanto al amor fraternal, no necesitáis que os escribamos, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros unos a otros.
Ahora que os habéis purificado obedeciendo a la verdad y tenéis un amor sincero por los hermanos, amaos de todo corazón los unos a los otros.
Debes hacerlo así para que el amor brote de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera.
Ayudaos unos a otros a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo.
así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura.
Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.