Luego el Espíritu de Dios llevó a Jesús al desierto para que el diablo tratara de hacerlo caer en sus trampas.
Ya no puedo hablarles de otras cosas porque se está acercando el diablo, que manda en este mundo. Él no tiene poder para vencerme,
Pero cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe, y aunque el oficial ya no volvió a verlo, siguió su viaje muy contento.
Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios.
Y como él mismo sufrió y el diablo le puso trampas para hacerlo pecar, ahora, cuando el diablo nos pone trampas, puede ayudarnos a todos.
Al contrario, cuando somos tentados, son nuestros propios deseos los que nos arrastran y dominan.