Al verlo, los guardias se asustaron tanto que empezaron a temblar y se quedaron como muertos.
Las mujeres fueron a buscar a los discípulos. Mientras tanto, algunos de los soldados que habían cuidado la tumba regresaron a la ciudad. Allí les contaron a los sacerdotes principales todo lo que había pasado.
El ángel brillaba como un relámpago, y su ropa era blanca como la nieve.
El ángel les dijo a las mujeres: 'No se asusten. Yo sé que están buscando a Jesús, el que murió en la cruz.
El carcelero pidió que le trajeran una lámpara, y entró corriendo en la cárcel. Cuando llegó junto a Pablo y Silas, se arrodilló temblando de miedo.
Al verlo, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, y me dijo: 'No tengas miedo. Yo soy el primero y el último,