Al escuchar esto, el jefe de los sacerdotes rompió sus ropas para mostrar su enojo, y dijo:
--¡Ha insultado a Dios! Ya no necesitamos más pruebas. Dice que él es Dios.
Ellos le respondieron:
--No queremos matarte por lo bueno que hayas hecho, sino por haber ofendido a Dios. Tú no eres más que un hombre, y dices que eres igual a Dios.
Cuando Bernabé y Pablo se dieron cuenta de lo que pasaba, rompieron su ropa para mostrar su horror por lo que la gente hacía. Luego se pusieron en medio de todos, y gritaron: