'Los sirvientes fueron a las calles de la ciudad e invitaron a muchas personas, unas malas y otras buenas; y así el salón de la fiesta se llenó de invitados.
Porque así nos lo ordenó Dios:
'Yo te he puesto, Israel,
para que seas luz de las naciones;
para que anuncies mi salvación
hasta el último rincón del mundo''.
Aunque soy la persona más insignificante en el pueblo de Dios, él me dio el privilegio de anunciar a los que no son judíos la buena noticia de las bendiciones de Cristo, las cuales nadie puede contar.
El Espíritu de Dios y la esposa del Cordero dicen: '¡Ven, Señor Jesús!'
Y todos los que estén escuchando digan: '¡Ven, Señor Jesús!'
Y el que tenga sed y quiera agua, que venga y tome gratis del agua que da vida eterna.