Ya eran las cinco de la tarde cuando el dueño fue de nuevo a la plaza y vio a otros hombres desocupados. Entonces les preguntó: '¿Por qué han estado ahí todo el día sin hacer nada?'
No queremos que se vuelvan perezosos. Más bien, sin dudar ni un instante sigan el ejemplo de los que confían en Dios, porque así recibirán lo que Dios les ha prometido. La promesa de Dios