Pero los dueños de la muchacha, al ver que se les había acabado la oportunidad de ganar más dinero, llevaron a Pablo y a Silas ante las autoridades, en la plaza principal.
Además, se vuelven perezosas y se acostumbran a andar de casa en casa, llevando y trayendo chismes, y metiéndose en asuntos ajenos y hablando de lo que no deben.
No queremos que se vuelvan perezosos. Más bien, sin dudar ni un instante sigan el ejemplo de los que confían en Dios, porque así recibirán lo que Dios les ha prometido. La promesa de Dios