Mientras Jesús iba de camino, un hombre llegó corriendo, se arrodilló delante de él y le preguntó:
--Maestro bueno, dime, ¿qué debo hacer para tener vida eterna?
Pasados los siete días decidimos seguir nuestro viaje. Todos los hombres, las mujeres y los niños nos acompañaron hasta salir del poblado. Al llegar a la playa, nos arrodillamos y oramos.