Una mujer de esa región, que era del grupo al que los judíos llamaban cananeos, se acercó a Jesús y le dijo a gritos:
--¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de mí y ayúdame! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho!
Y toda la gente, tanto la que iba delante de él como la que iba detrás, gritaba:
'¡Sálvanos, Mesías nuestro!
¡Bendito tú, que vienes de parte de Dios!
Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo!'