Luego Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Después partió los panes y los dio a los discípulos para que los repartieran entre toda la gente; lo mismo hizo con los dos pescados.
Todavía con lágrimas en los ojos, Jesús se acercó a la cueva donde habían puesto el cuerpo de Lázaro, y ordenó que quitaran la piedra que cubría la entrada. Pero Marta le dijo:
--Señor, hace cuatro días que murió Lázaro. Seguramente ya huele mal.
Después de que Jesús terminó de hablar con sus discípulos, miró al cielo y dijo:
'Padre mío, ha llegado el momento de que muestres a la gente lo grande y poderoso que soy. De ese modo yo también les mostraré lo grandioso y maravilloso que eres tú.
Pedro mandó que toda la gente saliera del lugar. Luego se arrodilló y oró al Señor. Después de eso, se dio vuelta hacia donde estaba el cuerpo de Tabitá y le ordenó: '¡Tabitá, levántate!'
Ella abrió los ojos, miró a Pedro y se sentó.
El diablo le puso a Jesús las mismas trampas que nos pone a nosotros para hacernos pecar, sólo que Jesús nunca pecó. Por eso, él puede entender que nos resulta difícil obedecer a Dios.