Jesús siguió caminando por la orilla del lago y vio a otros dos hermanos pescadores: Santiago y Juan. Los dos estaban en una barca arreglando las redes, junto con su padre Zebedeo. Jesús llamó a los dos.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron lo que había pasado, le dijeron a Jesús: 'Señor, permítenos orar para que caiga fuego del cielo y destruya a todos los que viven aquí'.
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás el Gemelo, Natanael, que era del pueblo de Caná de Galilea, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos de Jesús.
Cada palabra que Dios pronuncia tiene poder y tiene vida. La Palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. Allí examina nuestros pensamientos y deseos, y deja en claro si son buenos o malos.