Cuando terminó el descanso obligatorio de los judíos, María Magdalena, Salomé y María la madre de Santiago compraron perfumes para untárselos al cuerpo de Jesús.
Mientras caminaban, se decían unas a otras: '¿Quién quitará la piedra que tapa la entrada de la tumba? ¡Esa piedra es muy grande!' Pero, al mirar la tumba, vieron que la piedra ya no tapaba la entrada.
El domingo muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue a la tumba donde habían puesto a Jesús. Al acercarse, se dio cuenta de que habían movido la piedra que tapaba la entrada de la tumba.