Ahora los ciegos pueden ver
y los cojos caminan bien.
Los leprosos quedan sanos,
y los sordos ya pueden oír.
Los que estaban muertos
han vuelto a la vida,
y a los pobres se les anuncia
la buena noticia de salvación.
Mientras Jesús iba de camino, un hombre llegó corriendo, se arrodilló delante de él y le preguntó:
--Maestro bueno, dime, ¿qué debo hacer para tener vida eterna?
Luego cayó de rodillas y gritó con todas sus fuerzas: 'Señor, no los castigues por este pecado que cometen conmigo'.
Y con estas palabras en sus labios, murió.